En esta semana del Orgullo LGTBI queremos recordar tres novelas que han contribuido tanto al inmenso cambio social que se está produciendo hacia la aceptación de todas las identidades de género como a la propia historia de la literatura.
Alexis, de Marguerite Yourcenar, 1929
Alexis ou le traité du vain combat (Alexis, o el tratado del inútil combate) fue publicada en 1929 y es la primera obra narrativa de su autora. Su traducción al español, de Emma Calatayud, fue publicada por Alfaguara en 1992.1 Se trata de una novela corta en forma epistolar, situada en Austria, justo antes de la Primera Guerra Mundial.
Al igual que otros personajes de Marguerite Yourcenar, Alexis, un músico en crisis, se cuestiona sobre sí mismo y sobre el mundo en el que se desarrolla su existencia. Casado con una mujer a la que le une una cierta complicidad intelectual, se enfrenta a la necesidad de sincerarse con ella con respecto a las razones del fracaso de su vida de pareja. Así, en la carta que le dirige y que constituye la narración, le confiesa el vano combate que ha sostenido a lo largo de su vida contra sus inclinaciones naturales y su verdadera identidad.
En el ámbito de las letras francesas, el tema de la homosexualidad era todavía poco abordado en el momento de publicarse Alexis, salvo por ciertas conocidas excepciones (como Gide o Proust). Destacan en esta ópera prima de Yourcenar el pudor y la sutileza con la que se vela, más que desvela, el tema central, pero también la afirmación de ese «inútil combate» y la determinación del personaje de sincerarse y de vivir conforme a lo que su propia naturaleza le dicta. Es sublime el paralelismo entre esta callada conciencia y el hecho de que la música también calla en la vida del personaje. Sublime asimismo el modo en que aparece entre líneas la relación –sin duda de amor, aunque no sexual– entre Alexis y la esposa con la que está rompiendo mediante la carta que constituye la narración.
Desde el punto de vista literario, Yourcenar iniciaba con esta obra la técnica que ella misma denominaría más tarde «retrato de una voz», y que culminará con su obra más célebre, Memorias de Adriano. Se trata de un monólogo en el que el lenguaje está extraordinariamente cuidado y medido, como cincelado, como si, en efecto, estuviera «retratando» con pincel fino una «voz», y a su vez esa voz, ese discurso, define al personaje, constituye su «retrato».
El mismo mar de todos los veranos, de Esther Tusquets, 1978
En la contraportada de la edición de Anagrama (2006) de esta novela se afirma que quizás El mismo mar de todos los veranos fuera, al publicarse por primera vez, «la primera novela amoral que produce la literatura española en muchos años, o al menos la primera novela escrita al margen de los valores de la moral judeocristiana que continúan rigiendo nuestra sociedad».
Se trata de un monólogo escrito con un lenguaje suntuoso y unas descripciones suculentas, brillantes, a través del cual la protagonista explora su desfase con la clase social a la que pertenece, su soledad y las malogradas estrategias que trata vanamente de utilizar para superarla. El lesbianismo se aborda con una naturalidad que es en sí profundamente revolucionaria si se piensa en la robustez del tabú que rodeaba a este tipo de relaciones, invisibilizándolas, en una época en que la moral patriarcal –y toda su misoginia– apenas empezaba a cuestionarse. Sin embargo, la protagonista entra en esas relaciones con una óptica de juego, vacía de sentimiento. Como si desde la amoralidad fueran más accesibles, más aceptables, que desde el amor.
La narración avanza imitando el flujo incesante y arborescente del pensamiento. La maestría de Tusquets queda manifiesta en la capacidad para prolongar las frases durante muchas líneas, y los párrafos durante varias páginas, con interjecciones constantes, sin hacernos perder el interés en lo narrado.
Las malas, de Camila Sosa Villada, 2020
Publicada por Tusquets, esta novela –también la primera de su autora– narra con toda su crudeza y con un lenguaje de factura singular la vida de un grupo de travestis prostitutas en Córdoba (Argentina), del cual formó parte la autora durante algunos años.
Como afirma Ernesto Ayala-Dip en Babelia, «Estamos en el corazón del mundo del travestismo. Desamparado, despreciado y agredido. Lo agreden el entorno social y las instituciones, entre ellas la policial, con especial crueldad».
Se trata de una novela real –esta expresión de Cercas le va bien a Las malas–, o de una crónica novelada y poetizada que pasa del realismo sucio al mágico creando un estilo exhuberante y absolutamente personal que refleja muy bien el mundo que describe y nos permite, a los lectores y lectoras, atravesar su sordidez (no forzosamente generada por sus protagonistas, sino por el entorno que las maltrata), sin caer en el desaliento.
Las frases, esta vez, son cortas, como si el pensamiento se detuviera, helado, a contemplar la desolación, la brutalidad emocional del parque en el que la vida de las travestis se desarrolla, o a saborear la ternura solo posible en la casa de la tía Encarna, hada madrina de la pequeña comunidad, que no puede refugiarse sino en sí misma.
Y esta vez no estamos, ya, como en las dos novelas anteriores, en una narración puramente existencial de quienes pueden permitirse mirar solo para adentro –las clases acomodadas–, sino en el corazón de la pobreza (el más despreciado de todos los «géneros»). Sosa sabe transmitir muy bien lo que esta pobreza implica y cómo recrudece la experiencia vital de quien no ha nacido en el cuerpo que le corresponde (y, sin embargo, no tiene otra «patria» que su propio cuerpo).
De la revelación a la reivindicación en tres novelas
El modo en que se trata el tema de la identidad sexual en estas tres novelas permite seguir el rastro de una cierta evolución social al respecto.
Alexis refleja un estadio en el que la homosexualidad se consideraba una desviación y el propio personaje lucha contra sí mismo en ese combate vano por mantenerse dentro de la heterosexualidad normativa. El acto revolucionario de afirmación está en el hecho de rendirse a la evidencia de que no podrá jamás hacerlo sin traicionarse a sí mismo y a una persona –su mujer– a la que respeta. La posición de la autora es clara, puesto que menciona ya en el título que el combate será vano. Es la idea central, es la tesis de la propia novela. Y el paso adelante está contenido en ella. Sin embargo, la voz del personaje se hace muy bien eco de los estadios de la culpa, la vergüenza, la tristeza, el amor furtivo. El tono de toda la novela es velado, no hay ningún contenido explícito. La homosexualidad de Alexis planea como una sombra en su propio discurso, con el mismo pudor que el personaje siente y que la sociedad impone.
En El mismo mar de todos los veranos, el tono es ya muy distinto. Han pasado cuatro décadas entre la escritura de una novela y otra, y en esas cuatro décadas ha tenido lugar la «liberación sexual» (Mayo del 68 en Europa, movimiento hippie en América, apertura democrática en España…). El contenido sexual se hace explícito en la literatura, casi por un dictado de la moda. La novedad que introduce Esther Tusquets en las letras hispanas es la de narrar sin pudor relaciones lesbianas, que estaban incluso más invisibilizadas que las homosexuales entre hombres. En ambos casos se trata de una primera novela que consagra a sus autoras. En el primer caso, el tema de la homosexualidad es central. En el segundo, el lesbianismo no es más que una de las manifestaciones del disentimiento radical que separa al personaje central de su mundo y que la aísla en el cuenco de su existencia.
Este sentimiento de disensión se hace brutal en Las malas, pero ahora ya no en soledad, pues el protagonista ya no es un solo individuo, sino un colectivo, un grupo humano que se enfrenta unido a la discriminación, al acoso, al desprecio y al maltrato causados por la incomprensión de la diferencia. Un colectivo que logra reaccionar, reivindicar mediante sus actos su derecho a la vida, al placer, al amor, a ocupar un lugar digno en el mundo.
Sin embargo, quizás lo más destacable de estas tres novelas sea que logran trascender las particularidades identitarias de sus narradores y protagonistas para describir experiencias universales: la lucha contra la propia naturaleza, la aceptación de uno mismo, la soledad, la diferencia, el rechazo social, el paso al acto, la autoafirmación, son vivencias que van más allá del género.
De ese modo, Yourcenar, Tusquets y Sosa Villada nos obligan a rendirnos a la evidencia de que «el otro», o «la otra», no son más que expresiones distintas de nosotras y nosotros mismos. En definitiva, las tres novelas son magistrales porque, a través del cincel literario, nos permiten comprender un poco mejor la naturaleza humana.
Créditos y notas
Fotografía de portada: Columnas sosteniendo un techo multicolor de La Pedrera (CC-BY-NC) Lola Illamel.
- Existe una edición más reciente en castellano publicada por De Bolsillo.