Victoria Vadillo
© Victoria Vadillo, 2020
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LíbereLetras, 2020
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Eduardo Gayo López
De lo que voy a contar fui testigo.
Sucedió una noche fría en aquel tren con asientos de madera, donde tantos sucesos y anécdotas habían tenido lugar en viajes interminables. Los viajeros, con sus cajas de cartón atadas con cuerdas, sus cestas de paja y de mimbre que contenían de lo más variopinto que la imaginación del lector pueda tener, subían y bajaban según sus destinos.
El tren iba quedándose vacío y de pronto me fijé en un viajero jóven pero de aspecto desaliñado que dormía en el asiento frente a mí. Le miré desconfiada y un poco asustada. De pronto me di cuenta que en un lado de su chaqueta tenía un agujero. Parecía de una bala. Era redondo y a su alrededor tenía un pequeño círculo. Mi imaginación, creo, me estaba jugando una mala pasada. Llegué a mi destino dejando al hombre en el vagón e intenté olvidar que su presencia me había intrigado.
Al día siguiente, oí en las noticias que habían asesinado a un hombre en un tren procedente de Guadalajara.
Era él, estaba segura… ¡Había compartido el tren con un muerto!